Trabajo Comunitario (Reservado)

La pregunta dio vueltas en la cabeza del vampiro, llevandolo a otros lugares, muchos muchos años atrás donde todo el enredo en el que se había convertido su vida empezó. Las golpizas del padre, Florencia, la muerte de su amor, todo parecía tan cercano a pesar de los años.
La lluvia caía sobre el rostro de Sophia y mojaba su pelo, algo que la hacía verse igual que la esposa de Amsterdam muerta hace muchos años. En su interior algo comenzó a moverse, la misma sensación que había tenido al momento de verla por primera ves, ella no era solo un pedazo de carne o un alimento, ella era un alma que él quería cuidar.
-Voy a ser honesto contigo pequeña y espero que no te rías, pero soy poeta, ¿o acaso has visto algún abogado con un aro y vestido de forma tan rara?.-
Amsterdam sonreía mientras trataba de enfocarse en su caminar para no perder el paso, odiaba cuando eso pasaba. LLevaba la polera blanca pegada al torso debido a la lluvia, pero sus botas aguantaban como debían hacerlo.
-Quizás no soy la persona con mayor futuro laboral que hayas conocido, pero por lo menos soy libre de hacer lo que yo quiera y cuando quiera.-
La libertad de los no vivos...una celda de oro.

-Bueno, ahora tú ves a una abogada sucia y mojada por la lluvia. Puedo creer que eres poeta y lo respeto, debo decir además que me encanta la poesía. Quizás algún día podríamos mostrarme lo que escribes.-Hablaba interesada, ya que el hecho que fuera poeta lo hacía casi perfecto. Recordaba mis días de infancia cuando mi padre me regalo un libro de poesías de un extraño italiano que en su época fue condenado, mas sus poemas fueran alabados muchos años después. Lo mire de reojo, su cabello se había mojado completamente al igual que su polera. Esta parecía ser otra capa de piel en su pecho, las gotas caían por su rostro para terminar en su mentón, y aun así el aprecia no inmutarse con absolutamente nada. Seguía pareciendo perfecto, no afectaba nada en su belleza. Al contrario de él, mis labios ya se habían puesto un poco morados, mi pelo se pegaba a mi frente, mi ropa se había pegado haciendo que el polvo se notara aun mas y mi piel se puso de un blanco cadavérico. Y ahora que lo notaba el también tenía el mismo color de piel. Caminábamos ahora por una calle llena de casas grandes y hermosas, con amplios patios sin rejas.
-¿Sabes dónde estamos? Creo que volví a perderme.-
Dije frustrada, ya que solía perderme y luego me costaba horas volver a mi casa. Esperaba que aun siendo extranjero supiera hacia donde íbamos.

- Nosé exactamente donde estamos, pero si te puedo decir adonde vamos.-
La referencia al poeta hizo que Amsterdam quisiera lanzar un sonido de sorpresa y satisfacción, él era precisamente un poeta y no mucha gente lo había felicitado por serlo en su vida. Su cabeza trataba de pelear con la idea de que el poeta siguiera hablando, pero esa parte suya, la humana estaba saliendo de a poco.
La lluvia aumentaba y de pronto Amsterdam se detiene frente a una plaza llena de árboles y bancas, con una gran fuente al medio con imágenes de ángeles y demonios al rededor.
-LLegamos.-
En uno de los costados había una moto con un bolso amarrado a ella, el vampiro se acerca y saca una vieja chaqueta al estilo militar de color verde, sin preguntarle cubre a la muchacha con la chaqueta que se encontraba seca producto del bolso donde habia sido guardada.
-Es mi chaqueta preferida, así que cuidala.-

-Gracias, pero estas seguro de que no quieres usarla?.-Sentí el peso de la chaqueta en mis hombros. Ahora se notaba mas la diferencia de estatura que tenia con el joven poeta, que a pesar de que no era mucha, él tenía un cuerpo mucho más robusto que el mío. Poco a poco recobraba el calor, y me abrace para no perderlo. Me fije en el lugar en el que estábamos. Era una plaza hermosa, el toque de la lluvia daba un aspecto más perfecto a la fuente.
-Nunca había estado aquí…-Dije sorprendida mirando alrededor dejándome impresionar por algo tan sencillo. Me separe un par de pasos del chico mientras caminaba hacia la fuente. La chaqueta comenzaba a mojarse, pero era gruesa y tardaría mucho en pasarse el agua. Me di vuelta y comencé a caminar de espaldas, dejando mis manos en la espalda y mirando a Amsterdam
-¿Aquí vienes para escribir tus poemas? Parece un lugar muy romántico.-
Note que en una banca alejada había una pareja abrazada que se besaba bajo la lluvia. Me quede mirándolos, recordando viejos tiempos. La chica se veía muy joven para la edad del hombre que la acompañaba, pero transmitían una sensación de amor muy real.

-La verdad es que los poemas me encuentra a mi, pero esta plaza me gusta, creo haber escrito un par de poemas aquí.-
El frío no le molestaba en lo más mínimo al vampiro, casi nisiquiera lo sentía, lo que más le gustaba de los días lluviosos era la sensación que le daba al tacto la lluvia, la sensación de estar vivo, aunque no fuera cierto. El poeta dentro de él parecía dispuesto a dar rienda suelta a años de estar suprimido por la bestia y la locura de Amsterdam.
-Es un lugar muy lindo y al parecer hemos venido a interrumpir a esa pareja, quizás que estarían haciendo si no hubieramos llegado a cortarle la inspiración al chico.-
Amsterdam sonreía, aunque las parejas nunca le traían buenos recuerdos, y las ganas de matarlos ahí mismo no le faltaban.

Escuchaba a lo lejos las palabras de Amsterdam. Había dejado de encantarme por un momento, ya que el poder de mis recuerdos al parecer era más fuerte que su belleza. Desde que había llegado a Londres, no me había permitido dejar que fluyeran. Pero últimamente todo me recordaba al pasado y esto había sido como desatar a una cascada. Podía escuchar las voces de Erika, de Adam, de mi madre, de mis amigos. La música, los recuerdos borrosos, el alcohol, la droga. Las clases, los exámenes, los profesores. Él de nuevo. Sin notarlo camine hacia la fuente y me senté en la orilla. Mire al chico con la mirada perdida sin una sonrisa en mi rostro.
-¿Por casualidad tienes un cigarrillo que puedas darme?-

-Desafortunadamente tengo más de uno, lamento no poder ayudarte
Amsterdam sonreía, pero la chica parecía demasiado absorta en sus propios problemas, así que sin decir nada sacaba un cigarro que se mojaba un poco con la lluvia, pero lograba encenderlo y entregárselo a la muchacha, indicandole que lo cubriera o sino se mojaría sin remedio.
Lo que fuera que estaba carcomiendo a Sophia por dentro no parecía dejarla en paz, así que el vampiro comenzó a preguntarse si quizás eran recuerdos de otras vidas. Lentamente rozo su mano con el rostro de la muchacha, concentrándose lo más posible. De pronto una serie de recuerdos llenaron su cabeza, una mujer, un grito, drogas, bailes, un hombre. Fue mucha información en solo un par de segundos, Amsterdam trataba de evitar que la cabeza la estallara mientras miraba a Sophia con su mano en su rostro.
-Tranquila pequeña, lo que sea deja que se lo lleve la lluvia.-
Al menos tú no llevas más de 40 años dándole vueltas al mismo tema, pensó para si mismo el vampiro.

Sonreí de lado al escucharlo mientras me extendía el cigarrillo. Lo tome aspirándolo con mucha fuerza. Sentir la nicotina me calmaba de cierta forma la constante sed que tenia por volver a drogarme. Cada vez que recordaba aquellos días grises quería volver al viejo hábito, que justamente había sido el causante de esos terribles recuerdos. Sentir su mano sobre la mía me hizo sentir apoyada y comprendida, y sin notarlo apoye mi cabeza en su hombro quedándome ahí. Como si pudiera contar con aquel desconocido. Recordé lo que solía decir mi padre “A veces es más fácil contarle tus cosas a los desconocidos, que ellos te juzguen no duele tanto”.
-Supongo que tienes razón.-
Al hablar el humo se escapaba por mi boca, tenía la mirada perdida y las pequeñas lágrimas que se me querían formar se camuflaban con las gotas. Su voz sonaba como si el también hubiese sufrido, por un momento sentí curiosidad, mas preferí no preguntarle nada. Sabia lo que se sentía no querer revelar tus cosas. Nos quedamos unos minutos en silencio disfrutando del sonido que hacia la lluvia de la compañía.

El silencio reinaba y las mentes de ambos deambulaban por distintos lugares y el vampiro procuraba no entrar en sus recuerdos, eran demasiado borrosos y parecían lo suficientemente destructivos como para hacerle pelea a los suyos propios. La lluvia dejaba de caer por un momento y el silencio reinaba en la plaza, los chicos se habían ido a terminar su cita a otro lado más privado, Sophia seguía con la cabeza apoyada en el hombre del vampiro, que por hoy era el poeta.
- Lo peor que puedes hacer es dejar que tus recuerdos te acosen o te lleven al punto en que te arrepientas de haber vivido. Créeme cuando te digo que es mejor olvidar, si estás aquí en Londrés para escapar de algo, déjalo ir o sino será igual que en California, solo que con peor clima.-
O como Florencia con más lluvia e industrias, pensó Amsterdam.

Lo escuche mas mi mente no quería salir de los recuerdos. Aspire lo último del cigarro para tirarlo lejos del lugar, con cierta rabia en el acto. Estaba enojada, quería gritar, patalear, llorar y correr a los brazos de mi madre hasta que me convenciera de que estaba todo bien. Quería volver a ser niña y borrar las horribles cicatrices que me había dejado la vida. Pero no podía. Estaba ahí en Londres, en una plaza junto a un desconocido que era capaz de decirme la única verdad que podía servirme. Me enderece, cerrando los ojos estire mi cuerpo y deje escapar un gran suspiro.
-Y que clima más depresivo, deja de llover y hace frio. Mejor dejémonos de pensar en tragedias.-
Cambie mi postura y me senté a lo indio, quedando en dirección a su cuerpo, mientras frotaba mis manos que se ponían cada vez mas heladas. Un tímido sol quería salir por entre las nubes, que tomaban un color rojizo típico del atardecer.

Había algo en Sophia que le recordaba a su esposa, pero había algo más que le llamaba la atención, algo especial. El vampiro sentía que por primera vez conocía a alguien que también huía de algo, a alguien que compartía un pasado tortuoso del que quería escapar. Esta mujer tenía algo que el vampiro podía percibir más allá de los recuerdos, algo que hacía imperiosa la necesidad de cuidarla y protegerla. Quería estar con ella más allá de los asesinatos y de su sed, más allá de la eterna búsqueda por Rocío.
-Tienes razón, mejor pensemos en algo más positivo, como haberte levantado en la mañana pensando que ibas a estar todo el día sacando plantas y basura y terminaste conociendo a un poeta empapado con cara de loco que te quiere raptar de tu trabajo.-
Amsterdam le dedico una sonrisa honesta y profunda, mientras miraba el cielo anaranjado, estaba disfrutando de la compañía de otra persona después de muchos años y búsqueda. Era algo más.

Sonreí mirándolo, ya sin reprimirme a hacerlo. Estaba disfrutando de su compañía y quería aprovecharlo. Me era muy difícil de encontrar a alguien que llamase mi atención, y con tan solo un día el joven poeta había logrado captar todo mi interés. Apoye mi cabeza en mi mano y está en mi rodilla mirándolo. Le sonreí y por primera vez, fui coqueta con él, sin querer serlo realmente. Esto me ocurría cuando me sentía atraída.
-Quería hacer algo diferente y creo que lo conseguí. Hice una linda acción social y te encontré aquí. Un loco poeta que me hace caminar por la lluvia y me muestra lindos lugares. Podría decir que fue un día positivo.-
Corrí algunos mechones de pelo y le sonreí, mirándolo fijamente a los ojos sin perder detalle de estos y de su rostro. Ya las nubes se habían disipado, mas el sol no calentaba del todo y se estaba ocultando a lo lejos.
-Más raro es que tú, pudiendo hacer cualquier cosa entretenida, decidiste sacar maleza y hablar con una mujer que tiene el pelo de una loca.-
Frote mis manos para no dejar escapar el frio que sentía. Tiritaba bajo la chaqueta, pero esta al ser tan grande no mostraba mis movimientos. Tenía las mejillas rojas y los labios también. La ropa mojada ya comenzaba a calar en mis huesos. Mas no queria separarme de aquel misterioso hombre.

Si tan solo supieras cuantos años llevo mirando mujeres que sacan maleza o lavan la ropa buscandote pequeña, años y años, pensó el vampiro. Hacia muchos años que no sentía frío o le importaba mucho si había cambios en el clima, sus viejas botas estaban ya muy gastadas de tanto caminar y recorrer el mundo, varios asesinatos a su haber y ahora estaba aquí sentado en una plaza con una mujer de la que parecía no poder separarse.
-Esa es la ventaja de tener una profesión como la de poeta, lo que más tengo es tiempo libre para ver mujeres sacar maleza y ensuciarse, mientras el sol ilumina su desordenado pelo. Aunque créeme cuando te digo que no lo hago a menudo, solo paseaba con la moto y ahí estabas.-
Aunque eso no era del todo cierto y Amsterdam más bien buscaba víctimas, algo hizo que todo cambiara. Por ahora el poeta tenía el control.

-Yo estudie una carrera muy limitada, llena de reglas y formalidades. Tiempo es lo que menos me sobraría entre tantas demandas, juicios y estudios. Mi vida debería ser muy contraria a la tuya. Pero aquí estoy, trabajando de mesera y haciendo acción social.-
No recordaba porque había elegido una carrera tan aburrida, siendo que mi deseo desde pequeña había sido ser doctora o incluso modelo. Siempre me habían dicho lo hermosa que era, y mucho de los amigos de mi papa me llamaban para participar en sesiones de modelaje. Pero el hecho de tener una carrera segura e importante me había impulsado. El querer complacer a todos menos a mí. Además, era una carrera que me alejaba de mis andanzas.
-A veces me gustaría que la vida durara más para poder tener tiempo de conocer, de aprender, de ver más atardeceres, de leer más libros, de conocer cada rincón del planeta. De ayudar a la gente, de reír mas, de dar y amar. No quisiera morir y no haber aportado algo.-

-No es necesario vivir 100 años para entender que no es cuanto dura la vida, sino lo que haces en el tiempo que se te da pequeña. No tiene sentido vivir 109 años para ver morir a toda la gente a tu alrededor y ver tantos atardeceres que terminas sin siquiera prestarles atención.-
El vampiro muchas veces había escrito sobre eso, nadie podía entender que no sirve de nada quejarse de que el tiempo no alcanza, al contrario el tiempo que se les da a los humanos es el suficiente, solo que nadie logra aprovecharlo y después se quejan. A pesar de su reflexión, lo que había dicho Sophia le llamó la atención, pues nunca se había planteado quizás convertirla a ella en vampiro para así poder compartir su eterna existencia a su lado. Por ahora no se sentía capáz de hacer nada más que mirarla y hablar, lo más probable es que toda la energía que esto requería lo haría salir a cazar. Sophia lo hacía quedarse, la modelo, la mesera, la abogada.
-Bueno algo es seguro, si estuvieras acogiendo demandas y fueras a reclamarle algo a alguien todos estarían de acuerdo contigo, eres demasiado linda como para que te digan que no.-

-Quizás por eso, me produce sentimientos encontrados ser abogado. Por un lado, quise demostrarles a todos que una chica linda es capaz de pensar y ser inteligente. Pero con el tiempo me fui dando cuenta que por mucho que le demostrara a la gente que las rubias si podemos pensar, lo único que me miran es el cuerpo. Ni siquiera escuchan lo que les digo. Y eso que no soy tan linda.-
Respondí un tanto enojada por su comentario. Era algo normal que los chicos en la universidad se me acercaran, mas nunca querían hablar conmigo, solo me veían como un pedazo de carne. La chica linda e inteligente. El trofeo, la mujer que le presentas a tu mama y que disfrutas en la cama. Por un momento pensé que Amsterdam no sería la excepción y me aleje un poco, tomando una posición defensiva. Tenía el ceño un poco fruncido y los labios apretados, signos faciales de mi disgusto por el comentario.
-Es como si dijera que me gustaran tus poemas solo porque eres encantador, con la sonrisa más perfecta que he visto, guapo, inteligente, interesante, divertido; casi perfecto. Eso sería quitarle importancia e insultar a tus poemas. No es objetivo.-
Trate de pasar desapercibido el cumplido que le había dicho, mas era lo que pensaba y sentía cuando estaba su lado. Era lo que pensaba y no lo iba a esconder.

El vampiro había escuchado lo que decía Sophia, más allá del cumplido no quería parecer impertinente y quizás su broma fue tomada de manera demasiado personal por la muchacha.
-Lamento mucho si mi comentario te molestó, solo estaba haciendo una broma. Estoy seguro que tu habilidad como abogada o como mesera no va por como te ves, sino por como piensas. Yo no soy precisamente una persona muy llevada a los prejuicios, si fuera por eso no podría criticar a nadie si miras mi propio estilo.-
Sonriendo Amsterdam le ofrecía la mano a la muchacha como una forma de hacer las pases. La bestia dentro el vampiro se estaba revolviendo, la parte humana, el poeta solo quería seguir ahí tranquilo, el otro lado ya tendría su tiempo.
- No te enojes, eres demasiado linda para enojarte, te pueden salir arrugas, además es muy pronto para que te enojes conmigo, dame un par de meses y ahí te enojas, cuando ya nos veamos tan seguido que habrá tiempo de solucionarlo.-

Mire su mano extendida con recelo. Quizás tenía razón y me había precipitado a pensar de que el seria como todos. Dejándolo con la mano extendida unos segundos más accedí a dársela. La tome firme, mas mi mano se sentía muy pequeña en comparación con la de él. La moví, como cuando los niños hacen las pases.
-¿Acaso me estas invitando a salir nuevamente? Porque según veo quieres seguir viéndome.-
Comencé a molestarlo, hablando con un tono de burla. Reía al ver lo tenso que se ponía. Me gustaba jugar de esa forma y ver cómo reaccionaba la gente. Sin notarlo, no quería soltar su mano. El contacto suave y frio de esta me transmitía una sensación extraña y relajante.

Sin pensarlo mucho Amsterdam seguía tomando la mano de la chica, el contacto de su piel era distinto al de las otras personas con las que había estado recientemente, se sentía viva y llena de calor. De hecho esta era la conversación más larga que había tenido en años con otro ser humano, incluso sin matarla.
- Te puedo asegurar que quiero seguir viéndote y te estoy invitando a salir de aquí hasta que decidas que te aburriste del poeta escocés que parece no decir nada coherente.-
Amsterdam sonreía y de pronto comenzaba a irradiar toda eso que lo hacía irresistible ante los seres humanos mirándola directo a los ojos y con un leve tirón la acercaba a su rostro.
-La pregunta aquí....es si tú quieres seguir viéndome.-
El vampiro le susurraba al oído

Sentía latir mi corazón cada vez más rápido. Mi respiración se hizo más notoria. La distancia era tan mínima que mis labios podían rozar con su oreja. Cuando hablo no pude evitar sentir su aliento en mi cuello y reí por lo bajo. Me estaba sintiendo nuevamente hipnotizada. Mientras más cerca de él estaba, menos control tenía sobre mí misma. Es como si quisiera lanzarme en sus brazos y no dejarlo escapar. Alce mi mano tomando con mi mano su cuello, siguiéndole un poco el juego. Corrí su cara hasta quedar frente a frente. Nuestros ojos chocaban y me mordí el labio de forma coqueta.
-¿Qué crees tú?-
Sentía arder mis mejillas, entre la fiebre que tenia y las emociones que sentía. Disfrutaba el tenerlo tan cerca. Mi miraba iba desde sus ojos hasta sus labios. No pude evitar el querer besarlos, pero aún conservaba algo de fuerza en mi interior como para negarme a hacerlo.

Amsterdam podía ver el efecto inmediato que tenía sobre ella, pensó en besarla y rozar los labios de un ser humano después de años de tan solo matar. Era peligroso, el contacto podía hacerlo perder la cabeza y probablemente matar a Sophia, solo podía contar con que lo que le quedaba de humano en ese momento pudiera tomar el control. La miraba directamente a los ojos, sentía el latir de su corazón, su sangre fluía cada vez más rápido, él la sentía.
-Yo creo que nos vamos a ver mucho.-
La miró directamente a los ojos y desatando toda la pasión posible dentro de su cuerpo lanzandola directamente hacia Sophia, usando todas sus herramientas para la seducción como vampiro, la acercó a él y la beso como estaba seguro que jamás la habían besado, jamás se había concentrado tanto en lograr que otra persona perdiera noción de sus propios límites.
Era distinto, no era como besar a su esposa, era como besar a la única humana que lo había hecho sentir un poeta denuevo, quería besarla y lo estaba haciendo, el resto eran efectos secundarios que no estaba seguro como ella iba a reaccionar ante ellos.
Ella era diferente, incluso si su corazón latiera Amsterdam podría decir que lo hacía más rápido a su lado.

No noto bien cuando fue el momento en que los labios de el chocaron con los de ella. Por un momento pensó que lo estaba imaginando, y luego casi se desmayo. Sintió una ráfaga de mil emociones. Todas corrían rápidamente por sus venas, recorrían cada rincón de su cuerpo haciéndolo vibrar. Se sintió delirando. Jamás había experimentado algo tan intenso. Sus labios eran suaves y fríos, dando una cierta electricidad al beso. Este era lento pero apasionado, como quien después de una larga batalla obtiene el premio de la lucha. Poco a poco subió sus manos desde su cuello hasta su cara. Rozaba suavemente sus mejillas con la yema de los dedos como si tocara el cristal más delicado del mundo. Cada vez le costaba más respirar, su corazón parecía querer salirse del pecho mas no quería dejar morir al mejor beso que le habían dado en la vida. Con el poco aliento que le quedaba lo acerco mas a ella, queriéndole transmitir aunque sea la mínima parte de lo que ella estaba experimentando.

Habían pasado años desde que había besado a una mujer en los labios y la sensación era mucho más intensa de lo que recordaba. Los labios de Sophia eran calientes contra los suyos, podía sentir su pulso, su corazón acelerado. Estaba viendo como todo se ponía más complicado con este beso, él sabía todo lo que significaba, incluso mucho más que ella, pero no le importaba, ese beso estaba siendo más intenso de lo que él mismo anticipaba, lo único que quería hacer era seguir besándola en ese mismo lugar, en esa misma plaza bajo ese atardecer. Después de este beso no había vuelta atrás, la iba a proteger para siempre aunque tuviera que envenenarla. La cabeza de Amsterdam estaba a punto de colapsar, la sangre, el deseo, la pasión lo llamaba, tomaba con sus manos la cara de Sophia mientras le impregnaba aún más pasión al beso, se estaba dejando llevar y no quería detenerse, aunque él sabría cuando fuera demasiado, por ahora solo quería seguir.

Cruce mis brazos abrazando su cuello, mientras enredaba mis dedos en su cabello mojado. Lo lleva contra mí en un abrazo, como si el fuese mi tabla de salvación. No había imaginado que podía llegar a emocionarme tanto con un beso de un hombre como él. Solo unas horas habían bastado para que calara hasta lo más profundo de mí ser. No solía ser así, estaba sorprendida de mi misma. Pero en mi interior sentía y sabía que era lo correcto. Quizás después me arrepentiría, quizás solo sería un juego de la tarde, quizás solo se iría y ya. No quería pensar que pasaría después, ni lo que paso antes. No quería soltarlo, y sentí que ese sentimiento no cambiaria jamás. Con un gran esfuerzo me aleje levemente de sus labios para recuperar la respiración que seguía muy agitada. Apoye mi frente en la suya, sonreía ampliamente con los ojos cerrados sin poder articular palabra aun.

Amsterdam por un segundo parecía perdido en ese beso, no entendía muy bien todavía como había llegado a este punto, como su búsqueda parecía haber terminado y ahora estaba frente a la primera mujer que lo hacía sentir humano después de muchos años, aunque tenía muy claro que la bestia saldría con aún más fuerza. En el segundo en que Sophia se separó de él y apoyo su frente, Amsterdam recibí una serie de pensamientos y recuerdos, muchas drogas y alcohol. El vampiro trato de sacudirlos sin que Sophia se diera cuenta y sin dejar de sonreír la miraba.
-Bueno pequeña, espero que no haya sido demasiado atrevido de mi parte.-
Hay gente a la que le ha ido peor, generalmente las mató, pensaba Amsterdam sonriendo y mirandola a los ojos.